sábado, 21 de septiembre de 2013

Divagando sobre la paz: ¿Sabemos de qué hablamos cuando hablamos de paz?



La paz está de moda, o siempre lo ha estado.  Incluso me atrevo a afirmar que a un nivel de uso exagerado del término que ya ni sentido tiene la expresión.

En el ámbito internacional y regional, son numerosos los instrumentos que contienen la paz como fin y objetivo del orden internacional y de las acciones de los estados y organismos que lo componen. Por ejemplo, en la carta de naciones unidas, en el preámbulo se habla de la convivencia en paz como buenos vecinos, y su artículo 1 tiene como propósito de la ONU mantener la paz y eliminar toda amenaza a esta. La carta constitutiva del Consejo de Seguridad del mismo organismo, tiene como finalidad preservar, reforzar y buscar  la paz, y en 2006 la ONU crea la comisión de la consolidación de la paz para países que salen del conflicto armado.

En el ámbito regional, la carta de la OEA menciona en su preámbulo 4 veces el término paz considerado una finalidad y un anhelo del orden internacional. Lo mismo en sus artículo 1 y 2. Estos solo por citar algunos ejemplos.

Ya en el plano nacional, la Constitución en su preámbulo establece la paz como finalidad del pueblo colombiano, igualmente como fin esencial del estado en su artículo 2 la convivencia pacífica, y desde una visión personal, el artículo 22 es el más particular, establece la paz como un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento.

Pero, pese a sus numerosas menciones, ¿qué es la paz?

Desde una visión tradicional, la paz es la ausencia de guerra. Bajo esa óptica, y siendo más técnicos, Colombia adolece de paz por encontrarse en un conflicto armado no internacional de acuerdo con lo establecido en el protocolo adicional II a los 4 convenios de ginebra, y por ende una salida al conflicto sería una entrada a la paz. En ese sentido, nos encontramos ante unas mesas de negociación con el grupo ilegal de las FARC, lo que abriría paso una salida al conflicto y la entrada a la paz.

Esta situación merece atención por la vaguedad del término. Salir del conflicto para alcanzar la paz, necesariamente nos obliga a preguntarnos: ¿a que qué costo? ¿Qué tipo de paz?

El problema es filosófico, pues no sabemos que es la paz, ni siquiera es definida en la paz perpetua de Kant. Así se escuchan voces que hablan de la paz como un elemento individual, del alma, otros de una estabilidad social, de orden, mientras otros acuden a ella para hablar de un estado utópico de felicidad y superación de problemas. En verdad, ninguna de ellas sería correcta para abordar el contexto y realidad colombiana.

Concebir la paz como ausencia de conflicto, es impertinente. Los conflictos existen y existirán en toda relación humana y de poder. Situaciones idílicas de estabilidad armonía y equilibrio “perpetuo” no son posibles, son utopías.

La salida del conflicto armado en Colombia, no garantiza la paz. En primer lugar, una salida armada y militar ha sido un fracaso que más ha agravado el mismo conflicto, por las víctimas, la polarización y la violencia. Una salida negociada, política, es decir, una salida pacifica es mas coherente con un ideario de paz, pero volvemos a lo mismo, ¿qué es la paz?

La paz debe ser traducida en conceptos más concretos y materiales, la paz es erradicación de pobreza extrema, que es generadora de violencia, la paz es seguridad social, educación y educación en derechos humanos, la paz es una justicia al acceso de los ciudadanos, garante y estable.

La paz no es la eliminación de los conflictos, la paz, o mejor dicho, una sociedad pacífica, será aquella que sea incluyente y que se determina por la forma en que resuelve los conflictos. En ese sentido, para volver a la concepción tradicional, la salida del conflicto armado será pacifica en tanto sea negociada, incluyente y con marcos que garanticen estabilidad posconflicto.

Pero adicionalmente, la inclusión de las minorías, la accesibilidad a la educación y a la justicia, la distribución de los bienes y servicios y las reparaciones a las víctimas actuales e históricas, son claves a la hora de hablar de paz o reitero, de sociedad pacífica.

La paz como ausencia de guerra, puede incluso significar que la paz puede ser implementada mediante estrategias autoritarias, desde un rol hobbesiano, pues mantener el orden y la seguridad a costa de la libertad y garantía de los individuos, pero eliminando la disidencia, la oposición, las minorías y lo diferente, evitando el conflicto por medio de la represión, no es una paz legítima, no es una sociedad pacífica.


La paz, corrupción y narcotráfico.

Desde el marco de la reflexión anterior, entendida la paz como la forma en que se superan los conflictos, es decir, de forma dialógica, concertada, deliberante y no beligerante, sin imposiciones ni regímenes autoritarios, bajo garantías fundamentales, (democracias deliberativas), aplicado esto también al conflicto armado que padece Colombia, es posible afirmar que mientras exista el narcotráfico no es posible construir una sociedad pacífica (incluyente y garante).

El narcotráfico es un causante de guerra, de violencia territorial, mercantilizada y de luchas de poderes ilegales. Desde la lógica que se viene desarrollando, el narcotráfico ha sido un generador de superación de conflictos con violencia y exterminio por parte de los actores de ese negocio vil. Es decir, las estrategias del narcotráfico han sido desestabilizar las instituciones por medio de su captura, a través del terror y el asesinato.

Sus dominios territoriales han sido por medio de la fuerza y el desplazamiento, generando más pobreza y víctimas.

Una sociedad pacífica, es decir, la que se caracteriza por la forma como resuelve sus problemas y diseña y ejecuta un modelo de inclusión social, no puede existir con las dinámicas de exterminio que impone el narcotráfico.

Si el narcotráfico genera víctimas, pobreza y exclusión y además desestabiliza las instituciones y la sociedad civil, su permanencia no es concebible dentro de procesos democráticos deliberativos. De hecho, el debate de la droga, como problemática social, debe darse e el marco de procesos deliberativos, para que  se surta una solución pertinente.