miércoles, 20 de enero de 2016

Ni pujantes ni con aguante. Aletargados



Los colombianos en promedio hemos crecido con la idea de que nuestra idiosincrasia es de un pueblo con aguante, aguerrido y pujante. Que en nuestras venas corre sangre de guerreros, y que durante años a pesar de las adversidades aún seguimos acá, como un intento de nación a pesar de sí misma, con talento, orgullos patrios y de exportación; que somos la democracia más antigua de América Latina, y nuestra capital fue otrora la Grecia de la región.

Lamento decirle al lector que todo eso ha sido un engaño. Hemos sido un pueblo manipulado y que ha sido engañado con ese discurso del empuje, el aguante y el orgullo patrio para mantener una idea colectiva que no existe, o tal si existe pero bajo un engaño.

Un pueblo que aguanta que sus indígenas mueran de desnutrición, que el sistema de salud sea manejado por mercaderes, que un cuerpo quede expuesto en la vía pública por 6 horas sin respuesta de las autoridades, y que día a día presencia como se roban sus recursos, a veces siendo parte de ese mismo proceso de desangramiento nacional, no tiene nada de aguante ni pujante.

Somos un pueblo que ha normalizado durante años la violencia, la corrupción, la injusticia, el abuso de poder, con una alta tolerancia social al delito, y que al final nos convierte en un pueblo indolente y que reposa en un letargo del que parece que nunca va a despertar.

Somos producto de un discurso estratégico proveniente del establecimiento que se caracteriza por el contubernio entre empresas, medios de comunicación y política, y que solamente nos han vendido falsos ídolos de exportación para mantener nuestra mente en otro escenario.

Nuestros frívolos intentos por un cambio quedan en un lodazal entre represión estatal, falta de liderazgo y satanización del establecimiento al querer significar cualquier movimiento social con delincuentes, desadaptados y enemigos públicos, cuando solamente son una amenaza para ese establecimiento.

Hoy es mayor la indignación en ese falso mundo de las redes sociales por banalidades como una corona o que un jugador colombiano no es titular en el extranjero, que las condiciones deplorables en que nos tienen, y que nos han dejado inermes ante tanto abuso.

Hemos sido convencidos, y ahora parecemos cómplices, de un empuje y un aguante que solamente oculta la dominación histórica, el abuso y corrupción de una clase política ramplona, violenta y a la que parecemos deberle algo que no tenemos, pero que nos mantiene en esa idea de ídolos de barro, y de un orgullo patrio, que por cierto es usado para exacerbar sentimientos de odio, revanchismo y para enarbolar las peores intenciones, como la historia lo ha demostrado.

Dejemos ese discurso desechable de pueblo con aguante y pujante, que ese título solamente nos lo dará la historia cuando seamos capaces promover un cambio real, lejos de la dominación producto del mencionado contubernio. Un pueblo pujante ya habría exigido más allá de trinos un resultado por los indígenas, los niños, las mujeres, los homosexuales, y todos aquellos que disfrutan en la democracia más antigua de América Latina la exclusión, la violencia y la injusticia, como tal vez el propio lector sea objeto, pero se sienta pujante y aguerrido mientras se indigna tal vez por mis palabras o una corona.

martes, 12 de enero de 2016

Uribismo y la cínica oposición

Uno de los varios indicadores para medir el nivel democrático de un gobierno reposa en el entorno que rodea a la oposición y a las visiones antagónicas al oficialismo. En ese sentido, además de las condiciones para elecciones periódicas que permitan la alternancia del poder, es necesario que existan espacios para el ejercicio de contradicción por parte de opositores al gobierno de turno, sin señalamientos ni estigmatizaciones por parte del discurso oficial que ponga en riesgo su libre ejercicio político.

Por su parte, la oposición tiene unos límites éticos en cuanto al ejercicio como tal de su derecho político y democrático, especialmente si como en el caso colombiano esa bancada ha detentado las riendas del poder político.

En este caso, luego de la elección de Juan Manuel Santos como presidente de Colombia, ha sido cada vez más fuerte y marcada la oposición que el denominado uribismo ha querido visibilizar ante la opinión pública.

Este sector político liderado por el expresidente hoy senador Álvaro Uribe Vélez, acompañado por una serie de personajes desconocidos que reposan bajo su ala sin mayor  logro que haber defendido el llamado legado de la Seguridad Democrática, y que viven de vociferar mentiras como mantras para animar a sus huestes en redes sociales, es un ejemplo de la transgresión a los límites éticos que debe tener una oposición.

Durante el gobierno del senador Uribe se tomaron varias decisiones similares a las que hoy le critican al gobierno de Santos. En algunos casos incluso intentaron adelantar gestiones que hoy le son reprochadas al gobierno y que durante su oportunidad de alguna forma fueron truncadas las aspiraciones, legítimas o no, legales o no.

A modo de ejemplo basta mencionar:

-       El gobierno de Uribe intentó adelantar un acuerdo de paz con las guerrillas de las FARC y el ELN, afirmando incluso que si era necesario eliminar los obstáculos jurídicos para su participación política, esto debía lograrse. Hoy critica la posibilidad que se ha considerado en el proceso de La Habana.
-       El uribismo critica el aumento irrisorio del salario mínimo, junto con el rechazo a la posibilidad del aumento del IVA, lo cual sería considerado si no fuera porque durante ese gobierno los incrementos salariales en varios de los 8 años no pasaron de la inflación, aumentó del 8% al 16% el IVA y subió del 2 al 4 x mil.
-       Como oposición han señalado que se sienten objeto de persecución por parte del oficialismo, pero durante el gobierno de Uribe se institucionalizaron los falsos positivos, las mal llamadas chuzadas del DAS, el señalamiento a las Cortes y Jueces y la satanización a periodistas y opositores siendo graduados de “guerrilleros vestidos de civil”.
-       El uribismo ha sido enfático en oponerse, como muchos sectores, a la venta de ISAGÉN, pero en el año 2007 durante su mandato planearon venderla por un valor de 4.5 billones de pesos.
-       Uribe afirmó durante su gobierno que era objeto de ataques mentirosos sobre su gestión y otras acciones que varios reprochábamos por su abuso del poder, pero es hoy el uribismo quien se ha basado en una serie de mentiras para oponerse al proceso con las FARC, como que mantendrán sus armas, entre otras.

Resultan estos algunos ejemplos que merecen la atención para entender que la oposición tiene derecho democrático a ejercer políticamente su contradicción al gobierno de turno, pero debe tener un deber ético cuando se mira al pasado y puede resultar con rabo de paja.


Han resultado como opositores grandes fieras en redes sociales aprovechando la mala memoria del colombiano para oponerse a varias decisiones del débil gobierno de Santos, y precisamente por esa mala memoria y del cinismo que los caracteriza, es que han pasado inmaculados  por el fuego teniendo un gran rabo de paja frente a las críticas que han enarbolado.