La
propensión y la exposición criminógena son factores dentro de la denominada
teoría de la acción situacional que pretenden explicar las motivaciones que
tienen ciertos individuos para entrar en situaciones criminales, esto es,
responder a la pregunta del por qué la gente delinque.
En breves
palabras se puede afirmar con base en ella que existen factores intrínsecos al
individuo que tienen que ver con sus habilidades para enfrentar la oportunidad
de cometer un delito y que se construyen a lo largo del ciclo de vida del
sujeto, incluso desde la gestación, e involucran factores de crianza y de
calidad del servicio educativo; del mismo modo existe otros factores externos
al individuo que tienen que ver con el ambiente físico y social en el que se
desenvuelve, de manera que la interacción social y las situaciones de
segregación, abandono y vulnerabilidad influyen en la decisión delictiva de una
persona.
Hace un
par de semanas los medios de comunicación informaban sobre la captura en Cali
de alias Chinga Harry de 22 años, conocido también como el “terror de Floralia”
(barrio de esa ciudad), a quien se le acusa de unos 50 homicidios entre otros
delitos y que se afirma comenzó su vida criminal desde los 12 años de edad.
En Brasil
el Observatorio de Favelas publicó un informe basado en la encuesta a miembros
de facciones criminales en el que el 67% de los participantes tenían entre los
16 y 18 años y más de la mitad había comenzado su actividad criminal antes de
los 15 años. El factor común en ellos era el origen de zonas vulnerables de la
ciudad, con deficiencias educativas y pocas oportunidades laborales, además
provenientes de familias disfuncionales.
La
situación en Colombia, además de las necesidades de fortalecimiento de la
Justicia para evitar la impunidad y que las penas cumplan su función disuasiva,
requiere que se asuma una concepción de seguridad ciudadana como una política
pública de desarrollo de individuos y familias que logren prevenir la situación
criminal de cientos de niños, niñas y adolescentes en condiciones de
vulnerabilidad.
Combatir
el crimen desde un enfoque preventivo, no solamente tendrá un efecto a largo
plazo en la criminalidad, sino en situaciones de hacinamiento carcelario e
incluso en el desarrollo de las ciudades, especialmente de las receptoras de
población víctima del conflicto armado y que se espera que además sean los
escenarios de reinserción en el post-acuerdo con las FARC y los eventuales
acuerdos que se logren con otros grupos.
El Estado
tiene el deber de garantizar la seguridad, pero no solamente desde el
fortalecimiento de la justicia a través de sanciones ejemplares, sino con la
intervención directa y coordinada de escenarios de exposición criminógena que
generen oportunidades, plenos derechos de salud, educación y esparcimiento para
sus habitantes. De la misma manera la empresa privada debe asumir con claridad
que en sus manos se encuentra la posibilidad de ofrecer opciones de vida dentro
de la legalidad, con garantías laborales y de inclusión para poblaciones
vulnerables, y no solamente clamar mayor policía para la seguridad de sus
bienes.
No se
trata de reducir ni justificar la
criminalidad por factores de vulnerabilidad, pues casos como el de los Nule,
por mencionar algunos, evidencian que no solamente se delinque por necesidad;
tampoco se pretende criminalizar la
vulnerabilidad al afirmar que la pobreza es sinónimo de delincuencia. Por el
contrario se propone una visión amplia de la seguridad desde la prevención
temprana que evite, junto con otras medidas, el crecimiento de la delincuencia
que es aprovechada por muchas redes de crimen organizado para reclutar niños,
niñas y adolescentes para su lucro.
Un Estado
que intervenga de manera temprana ambientes sociales, familiares y físicos, más
allá de medidas represivas, sino con una lectura profunda y contundente sobre
la propensión y la exposición criminógena, logrará prevenir el delito, mayor
confianza en las instituciones y mejor calidad de vida de sus asociados.
De esta
manera, con la articulación de medidas disuasivas de la Justicia, pero con
medidas preventivas desde la intervención temprana en la población más
vulnerable, evitaremos noticias con historias de vida como la de alias Chinga
Harry, que tal vez en otro escenario social, familiar y personal, no habría tomado
la decisión de forjar su vida en el crimen, pero que el Estado tampoco le abrió
otros escenarios distintos que le permitieran construir un proyecto de vida
diferente al que hoy lo tiene en los medios locales.