lunes, 26 de mayo de 2014

ELECCIONES, URIBISMO Y MENTIRAS:



 ELECCIONES, URIBISMO Y MENTIRAS: Mis apreciaciones sobre la primera vuelta.

Después de pasar un domingo entre boletines y discusiones políticas, he decidido un poco con cabeza fría organizar algunas consideraciones en torno a las elecciones del día de ayer.

En primer lugar, el triunfo del uribismo en esta primera vuelta tiene bastante de donde cortar. Es claro que para muchos fue una sorpresa que el candidato con la ejecución del gasto – el presidente Santos – no obtuviera el primer lugar en las elecciones, sorpresa si se quiere por el temor que había sobre la mermelada repartida con fines electorales; en su lugar ese primer puesto fuera obtenido por una maquinaria que hasta hace 1 mes estaba opacada en las encuestas y rápidamente repuntó arrojando como resultado ese primer lugar.

A pesar de eso, si se tiene en cuenta el porcentaje de abstencionismo, ese triunfo del uribismo se logró con apenas un poco más del 10% de toda la población apta para votar, y en una mirada histórica, ha sido la más baja del uribismo teniendo en cuenta que el expresidente Uribe no necesitó de segundas vueltas, y el candidato Santos que enarbolaba las banderas del uribismo pasó hace 4 años con más votos que Zuluaga ayer.

En segundo lugar, el triunfo del uribismo se debe en gran parte a las mentiras con que ha querido manejar a la opinión pública. Esta campaña entre el uribismo y el santismo, de más vergonzosa, ha estado acompañada por una desinformación del electorado sobre algunos aspectos que lo inclinaron a desconocer los logros de Santos, e incluso la importancia de un proceso de paz. Resalto entre ellas la afirmación de que las FARC son el mayor cartel del mundo, cuando realmente lo es el de Sinaloa, mientras en Colombia el primer lugar lo ocupan los Urabeños; otra que llama la atención es denominarlo un presidente castro chavista (que de entrada denota que no se aprobó ni siquiera la asignatura de economía del hogar) frente a sus políticas neoliberales pero han dejado cifras macroeconómicas mejores que las de Uribe, o las falsedades sobre el proceso de paz de la Habana, que sin lugar a dudas es lo mejor que le podría pasar a Colombia luego de una guerra fratricida de más de 50 años.

En tercer lugar, el triunfo del uribismo es parcial, pues todavía resta el denominado segundo tiempo de estas elecciones que se jugará el 15 de junio. Para la segunda vuelta se medirán realmente las fuerzas y será a partir de las alianzas y adhesiones que se defina el rumbo. Esto permite que existan 2 escenarios, especialmente con los Verdes y el Polo: Una alianza formal con las cabezas de los partidos, lo que no garantiza la movilización de votos necesariamente; o por otro lado, dejar a sus electores en libertad de voto, con el objetivo de no perder la posibilidad de una posición independiente ante un eventual triunfo de cualquiera de los 2.

Sobre los azules no hay duda que rumbo tomarán, del Polo, que no sobra decirlo, hay un sabor de campaña limpia y decente encabezada por Clara López que merece admiración, deberá dejar el purismo para impedir el regreso del uribismo a la Casa de Nariño.

En cuanto a Peñalosa, su situación es más crítica. El partido Verde, hoy Alianza, que surgió como una tercería respetable y que ventiló la política tradicional, prácticamente se encuentra en medio de una arena movediza. Enrique Peñalosa pasó casi inadvertido en esta campaña, solamente se veía a su jefe de debate, la Senadora López, quien tal vez por afanes electorales, cometió una serie de yerros propios de cualquier político de maquinaria que no nos esperábamos de ella, y que hoy lo tendrían impedido éticamente para adherirse a cualquiera de los 2 candidatos, pero la política es dinámica, y ya el mismo Peñalosa lo ha demostrado en menos de 4 años.

Finalmente, sobre el abstencionismo, que es lamentable, si es necesario tenerlo en cuenta para la lectura de los resultados. Una Colombia apática, incrédula y en un nivel de letargo y adormecimiento sobre lo que pase con el destino político del Estado (llamado de atención para los verdes que iban a revitalizar la participación política). Las cifras de ayer no dejan sino ver que quien gobierne con ese número, deberá legitimar su acción política en un país que no valora la democracia ni sus instituciones, escenario propicio para los caudillismos y la corrupción.

Lo cierto es que, a nivel personal, sin ser santista, todas las fuerzas sociales y políticas que queremos terminar la guerra, que no comulgamos con el desmonte del Estado de derecho causado por el uribismo, que creemos en la posibilidad de recuperar las instituciones por encima de los hombres y los personalismos, y que toda la pestilente ilegalidad de rodea al uribismo nos asquea, debemos dejar a un lado el purismo anti santista y este 15 de junio impedir que regrese la guerra sin fin como lógica y rumbo nacional, que la ilegalidad se apodere de las instituciones, y las libertades se desplacen por la represión y persecución.

Yo votaré por Santos, porque no creo en el uribismo ni en su lógica de guerra e ilegalidad.