miércoles, 20 de noviembre de 2013

SOBRE CAUDILLISMOS Y MAYORÍAS: Los riesgos de la institucionalidad



El surgimiento del Estado de derecho como proceso  significó la transición del antiguo régimen personalista de la voluntad omnímoda del monarca, al establecimiento de controles y límites al gobernante, y la institucionalización de la democracia representativa, a través de parlamentos encargados de representar la voluntad popular para orientar el futuro de los Estados en contraposición de la voluntad individual y caprichosa de un individuo en el poder.

Sin entrar de fondo en el debate entre el modelo francés sobre los límites del constituyente primario y el constituido, con el modelo norteamericano que concebía el poder constituido limitado por la voluntad del constituyente primario, hoy es cierto que el Estado de derecho tiene claros límites a los poderes constituidos y constituyente (Schmitt).

La concepción contemporánea de democracia no es la formula simple del poder de las mayorías, y el Estado de derecho es todo lo contrario a la captura institucional por parte de partidos y poderes personalistas. Las garantías a las minorías y la oposición, la alternancia en el poder y el respeto por los derechos humanos en todas sus generaciones de forma interdependiente, son características y límites de y en una democracia de rango fundamental (Elías Días).

El pasado martes el órgano representativo venezolano otorgó por un año facultades expresas al presidente Maduro, mediante las que podrá gobernar a través de decretos, es decir, sin consultas ni debates democráticos, sino atendiendo a su criterio personalista y caprichoso, en un contexto de persecución a la oposición, de limitaciones a los derechos de primera generación y de derrumbamiento institucional y del orden público.

Para quienes de alguna forma conocemos el surgimiento del Estado de derecho, el proceso de consolidación y maduración de los derechos humanos y la democracia, nos debe resultar aberrante la realidad venezolana.

Venezuela acaba de cubrir de legalidad democrática el retroceso que la somete a los caprichos vanidosos y compulsivos de su "monarca" sin formación, retroceso que ya ha ocurrido en la historia. El ejemplo mas horroroso nos remite a la Alemania Nazi, donde su Fuhrer todo lo hizo bajo el manto de la legalidad y con procedimiento de democracia formal.

El caudillismo o personalización del Estado ha tirado al traste los avances en materia de derechos humanos y democracia material. Sus consecuencias nefastas todavía las recuerdan quienes han padecido esas épocas, y Venezuela nos recuerda que todavía estamos en riesgo de repetir esas tragedias, que muchas veces con el discurso populista se establecieron en el poder prácticas de tiranía, incluso por mayorías democráticas.

Es recurrente hoy en América Latina encontrar latente este riesgo, y en Colombia, que durante 8 años un régimen en el poder convirtió en un muladar toda la institucionalidad del Estado colombiano desde la Casa de Nariño, imponiendo sus más oscuros intereses, hoy rinde el más bajo homenaje al caudillismo y la personalización estatal con su rostro y nombre para identificar un movimiento de contenido y aspiraciones tan oscuros como los de sus más ilustres representantes.

Frente a la vergüenza descarada que Venezuela hoy vive en torno  a la democracia, la institucionalidad y los derechos humanos, Colombia no tiene las condiciones para criticarla cuando ha sido complaciente con estructuras de poder con las mismas aspiraciones que  el chavismo encabezado por Nicolás Maduro ha alcanzado: el desmonte del Estado de derecho en pro de una personificación del Estado, el sometimiento de la minoría por la imposición de la mayoría que otorga poderes omnímodos a su líder carismático, recordando a Weber, y rebajando los derechos humanos a un mero discurso de bolsillo y conveniencia, echándonos en cara nuestra aparente incapacidad de legitimar racionalmente el poder (nuevamente usando a Weber).

Es lamentable lo que ocurre hoy en Venezuela, pero que en Colombia hoy muchos quisieran, desde otra orilla y con el rostro y nombre de su caudillo encabezando el nombre de su movimiento, alcanzar a toda costa.

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