Actualmente asistimos a lo que se ha llamado la postmodernidad. Una etapa que atiende a criterios de incertidumbre, al término de las certezas y de la no identidad.
El modelo neoliberal, nos ha sometido al fin de la certeza y al
menoscabo de las identidades. Vivimos una esquizofrenia conceptual y académica
que se refleja en un modelo educativo de consumo de conocimiento donde la producción
del mismo no nos compete a las latitudes del tercer mundo. Estamos ante un
modelo de educación, donde el individuo se está convirtiendo en un tecnócrata y
los procesos de aprendizaje en meros espacios de recepción de conocimiento para
simplemente salir a reproducirlos.
Es allí donde la educación debe ser re – pensada, donde el papel de la
Universidad debe ser debatido, y considerado como un espacio de la emancipación
y la liberación del individuo del yugo de conceptos prefabricados, donde
cuestione, construya identidad y deconstruya conceptos.
En ese sentido, es donde cobra importancia el
tema de las nuevas corrientes pedagógicas, que vistas algunas como el paradigma
ecológico, las pedagogías críticas y el constructivismo, se hace necesario que,
desde las ciencias sociales y concretamente el Derecho, abordemos las pedagogías
críticas como herramienta de enseña y modo de vida de nuestras facultades.
A partir del paradigma crítico – social, abordar la enseñanza –
aprendizaje del Derecho como un proceso centrado en los procesos culturales,
políticos y sociales, sustentadas en la libertad del pensamiento crítico con
fines transformadores de la sociedad, sobre los pilares del pluralismo y la democracia.
En esencia, asumir la educación en movimientos transformadores, donde
el rol del docente sea el liderar ese movimiento, y el estudiante, como actor protagónico,
asuma las realidades y las problematice por medio de la deconstrucción
conceptual.
No cabe duda que la educación debe ser asumida como un movimiento que
al problematizar, se convierta en una respuesta contra un absolutismo
conceptual, impuesto por un modelo neoliberal que suprime el pensamiento convirtiéndolo
en un mero resultado de memoria, de aceptación conceptual y de repetición
teórica, desplazando la crítica y la investigación, sobre criterios de mercado
y excelencia.
Es pues un reto que abordemos la pedagogía desde
una concepción crítica, y encontremos en el proceso enseñanza – aprendizaje del Derecho,
los espacios necesarios para emancipar, problematizar y liberal al hombre, en
donde la universidad y las clases de Derecho sean el escenario para rescatar el pensamiento como proceso
transformador de cara a la sociedad.
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