martes, 5 de junio de 2012

MONSTRUOSIDAD PATRIA:


Algunos desvaríos sobre nuestra sociedad


No logro salir del asombro de todas las escenas de estupidez, barbaridad y monstruosidad de nuestra sociedad. No es que antes no pensara que el colombiano en general es violento e incluso estúpido, no es que sufriera de patriotismos banales y de medio pelo de esos que “sienten” la bandera, pero ignoran a sus muertos.

Siempre me he considerado un realista, y un crudo realista, pero no por ello he perdido mi capacidad de asombro, mi capacidad de estremecimiento.

Los recientes ataques de las FARC, considerados como actos terroristas, ataques a la población civil sin discriminación. Las imágenes de agentes de la policía incinerando a un perro vivo o la de los agentes enterrando a uno en igual condiciones. Las recientes y crecientes noticias sobre maltrato a la mujer y feminicidios, incluyendo el de Rosa Elvyra, demuestran como cada día nuestro tejido social se convierte más en un entramado putrefacto de seres salvajes.

No bastando con estos actos, nos enfrentamos a la imbecilidad del moralismo, cuando rechazamos, como un pueblo arcaico, escenas de pornografía por el simple hecho de haber sido filmadas en un patrimonio histórico, cuando muchos desconocen incluso los lamentos y la sangre que rodean al castillo de San Felipe pero, por otro lado festejamos, sin el menor asomo de vergüenza, las aventurillas de uno de los seres más oscuros de la historia colombiana.

Un moralismo imbécil que nos lleva a rechazar el matrimonio entre parejas del mismo sexo, ese mismo moralismo abanderado por la Procuraduría en cabeza de Ordoñez, que sin reparo jurídico alguno, en su solicitud de nulidad contra la sentencia T – 716 de 2012, afirma que las “las relaciones que surgen entre las parejas homosexuales y de las parejas heterosexuales no son idénticas y no pueden equipararse absolutamente”.

Una estupidez que nos lleva a legitimar actos de violencia, actos de ilegalidad, cometidos por un gobierno que se encargó de desmontar, con casi total éxito, el Estado constitucional de Derecho que con las uñas se había construido en vigencia de la Constitución de 1991, con el argumento de la seguridad. Esa misma estupidez que rechaza al Estado laico, la libertad de expresión y el librepensamiento por considerarlo nocivo para el “interés superior de la nación”.

Nuestra indignación sobre muchos de los hechos que ocurren, es más una caricatura, una reacción momentánea y un chascarrillo de pseudoactivistas, o ¿Cuántos permanecieron indignados durante el partido Colombia – Perú el domingo pasado?

Nuestra sociedad ha perdido la capacidad de estremecimiento, nunca ha sido sustentada sobre la solidaridad y la dignidad humana, así nuestro artículo primero constitucional lo afirme. Nuestra sociedad es solo el reflejo de la estupidez, la barbaridad y la monstruosidad a la que es capaz de llegar el ser humano. Una estupidez que con su pasividad legitima la barbaridad y la monstruosidad que cada día vemos pasar ante nuestra mirada.

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