martes, 12 de abril de 2016

Colombia: del tránsito migrante a la explotación.

En Colombia el tema de migración irregular no es nuevo. Las condiciones geográficas de su acceso a los dos océanos y la frontera terrestre caracterizada por grandes zonas selváticas, junto con la fragilidad institucional en un contexto de vulnerabilidad social, han propiciado el escenario para que este fenómeno exista y se aprovechado por las redes dedicadas al tráfico ilícito de migrantes.

Lo que hace al fenómeno un tema a considerar en Colombia en la actualidad, más allá de la crisis migratoria que enfrentan en Europa y el medio oriente, o de los discursos xenofóbicos y de supremacía racial que han rodeado candidaturas obtusas en los Estados Unidos, es una creciente ocurrencia del fenómeno que no ha pasado desapercibida en los medios de comunicación y en efecto refleja la necesidad de atender esta manifestación del crimen organizado.

De acuerdo con cifras oficiales de Migración Colombia en el año 2014 se identificaron 2.111 migrantes irregulares posiblemente objeto de redes dedicadas al tráfico, en el año 2015 la cifra ascendió a 8.855, lo que representa un incremento del 319%. Tendencia al aumento que en este año seguramente se mantenga al considerar que durante el primer trimestre del año 2015 el número de migrantes irregulares detectados fue de 1.111, y en el mismo periodo del año 2016 la cifra va en 3.180.

De las nacionalidades detectadas encabeza la lista la cubana con más de 6.000 identificaciones en el año 2015, seguida de la nepalí con 720 y la somalí con 397. Lo anterior tiene una explicación a partir de la incertidumbre en la continuidad de la ley de Pies secos-Pies mojados de EE.UU causada por el descongelamiento de las relaciones entre ambos países, y que ha sido detonante para que muchas personas beneficiadas con esa medida financien la salida de sus familiares que todavía permanecen en la isla tomando como una de las rutas el ingreso por Ecuador, teniendo en cuenta su medida de cielos abiertos, la cual fue tratada de corregir con la exigencia de una visa que no es de difícil acceso.

En ese sentido nos encontramos ante un escenario de cubanos migrantes irregulares que recurren a personas dedicadas al tráfico,  ingresan por Ecuador con dinero en efectivo y recorren por tierra el país, especialmente por las vías paralelas al Pacífico, hasta salir por la zona de Turbo hacia su destino final.

Lo anterior plantea un escenario crítico desde una perspectiva de derechos humanos y crimen organizado. De un lado, el ingreso de migrantes irregulares en ese número elevado y en muchos casos con dinero en efectivo, los precipita a ser víctimas de delitos patrimoniales y  sexuales, o en otros han sido considerados criminales.

Las organizaciones criminales en Colombia han identificado en esta práctica del tráfico de migrantes una fuente de ingreso al lograr dominar territorialmente las rutas por donde son transitados y hacer una suerte de peaje criminal de manera análoga  la ruta de la droga, en donde se ponen en riesgo la vida de ellos por posibles enfrentamientos, accionar militar o una tendencia de desembocar la migración irregular en el delito de trata de personas, pues el migrante irregular, indocumentado y en estado de necesidad, es proclive a ser sometido por redes criminales a distintas modalidades de la explotación humana.

La presencia de indígenas que no hablan español y se encuentran con nombres y cédulas tatuadas en sus brazos en cierta zona del país dedicada a la explotación de minería ilegal sometidos de esa forma al trabajo forzado. En otras zonas el pago al ser en efectivo y al haber sido víctimas de robo, los migrantes son víctimas de una serie de vejámenes sexuales o al sometimiento a la esclavitud sexual.

En principio el delito de tráfico ilícito de migrantes en Colombia no contempla a éstos como víctimas, pero la práctica de esa manifestación del crimen organizado los ha convertido en blanco fácil de violaciones de derechos, objeto de explotación por redes de trata de personas, y de otra serie de vejámenes que los convierten en víctimas, mutando nuestro país de zona de tránsito migratorio, al territorio de su explotación.


¿Esta Colombia preparada para la dimensión de este fenómeno?

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